Otro poemario de amor o tras el amor, de Magdalena Lasala, con la intensidad acostumbrada, quizá con más, pues no surge del arrebato pasional sino de lo hondo de la identidad y, por eso, las metáforas e imágenes no tienen la luminosa creatividad de antaño pero sí la fuerza de la verdad, la gloria de la plenitud, la sabiduría de quien conoce todas las muescas de la rueda, todas las fases del ciclo.
De cualquier modo, es la dicción, extremadamente bella y lírica, lo más atrayente del libro, el tono elegiaco pero que no se entrega al lamento sino a los otros profundos portones de la existencia. A su régimen nocturno, enumerativo, exaltador del recuerdo y la memoria, se añade toda la pasión por la belleza de la vida, puesta en el otro, en el objeto del amor y complemento de la autora que, ante su ausencia, la recupera a través de la palabra, de la palabra lírica que, sin embargo, no redime, pues bien conoce la autora la inutilidad de la rebelión contra el destino. “Los estadios de la condena” y “El tránsito y la rendición” son las partes en que la autora divide este breve poemario, como queriendo dar cuenta tanto de la violencia de sus sentimientos en la diana ausente y los rigores de su pena, como de la ineficacia de toda insurrección contra la fatalidad aunque, en línea quevedesca, se proponga la supervivencia del fuego sobre la tierra en un poema como “Vendrán los días del fin”.
Poesía desinhibida que apenas oculta, orgullosa de su rotundidad y de su delicadeza, este nuevo título de ML, décimo de su trayectoria poética, continúa con sus registros particulares, casi siempre instalados en la fuerza devoradora, destructiva y creativa del amor, pero aporta un grado más de abismo e intemperancia.
Magdalena Lasala, Vivir la vida que no es mía, Zaragoza, Resurrección, 2010.
De cualquier modo, es la dicción, extremadamente bella y lírica, lo más atrayente del libro, el tono elegiaco pero que no se entrega al lamento sino a los otros profundos portones de la existencia. A su régimen nocturno, enumerativo, exaltador del recuerdo y la memoria, se añade toda la pasión por la belleza de la vida, puesta en el otro, en el objeto del amor y complemento de la autora que, ante su ausencia, la recupera a través de la palabra, de la palabra lírica que, sin embargo, no redime, pues bien conoce la autora la inutilidad de la rebelión contra el destino. “Los estadios de la condena” y “El tránsito y la rendición” son las partes en que la autora divide este breve poemario, como queriendo dar cuenta tanto de la violencia de sus sentimientos en la diana ausente y los rigores de su pena, como de la ineficacia de toda insurrección contra la fatalidad aunque, en línea quevedesca, se proponga la supervivencia del fuego sobre la tierra en un poema como “Vendrán los días del fin”.
Poesía desinhibida que apenas oculta, orgullosa de su rotundidad y de su delicadeza, este nuevo título de ML, décimo de su trayectoria poética, continúa con sus registros particulares, casi siempre instalados en la fuerza devoradora, destructiva y creativa del amor, pero aporta un grado más de abismo e intemperancia.
Magdalena Lasala, Vivir la vida que no es mía, Zaragoza, Resurrección, 2010.
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